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El lunático

Apasionado, taciturno, solitario, y un poco extraño era Federico; un joven de un cuarto de siglo de edad que vivía en Valle de Piedras. Vestía siempre con pantalones anchos, remeras de colores, y con una especie de sandalias en sus pies. Aparentemente era un extranjero que se había radicado en un pueblo aburrido y conservador como era Valle de Piedras; y que lucía un estilo bastante diferente al de los habitantes del lugar. Era alto, de tez blanca, muy delgado –aunque sus anchas vestimentas lo disimulasen-, cabello castaño enrulado a la altura de los hombros, y ojos marrones muy oscuros, parecían siempre que ocultaban algo. Una gran tristeza, solían decir las amigas del chisme; una gran pasión por la naturaleza y el universo, sostenían las románticas; una especia de locura o problema mental, afirmaban los caballeros; lo cierto era que Federico tenía una mirada penetrante y extraña. Era un joven muy agradable, de exquisitos modales, y de un gran sentido del humor, aunque nadie jamás logró entender uno solo de sus chistes. Estudiaba teatro, y se dedicaba a escribir obras que vendía en las escuelas secundarias de la zona. Era muy querido por las señoras del pueblo porque con sus frases teatrales y melosas las saludaba cuando se las encontraba en el mercado, en alguna esquina, o en la parada del colectivo. A pesar de su simpatía siempre se lo veía solo, sin amigos, sin novia, sin parientes, absolutamente solo e inmerso en su mundo de fantasía.

Por la noche, cuando los habitantes de Valle de Piedras comenzaban a encerrarse en sus hogares a ver televisión o a cenar en familia, Federico agarraba su bolso marrón y se dirigía a la loma. Se pasaba varias horas contemplando la luna y las estrellas. De vez de en cuando bajaba la mirada y hacía algunas anotaciones en su libretita. En la oscuridad, cuya única luz era la proporcionada por el satélite natural, la figura de Federico se divisaba desde lejos. Estaba allí una hora o dos, dependiendo de la noche. Cuando parecía estar satisfecho con su observación lunar, o haber concluido con su tarea, se colocaba la campera marrón, se colgaba su bolso, y caminaba cabizbajo rumbo a su departamento. Atravesaba solitario toda la ciudad, iluminado por las tenues luces azuladas de las farolas antiguas que caracterizaban al lugar y daban colorido a las añosas construcciones de adobe que existían allí. Invierno y verano cumplía con esta especie de ritual, tradición, distracción, hobby o lo que fuese. Nadie entendía lo que hacía, pero tampoco nadie le preguntaba. Con el paso del tiempo, muchos olvidaron hasta cuál era su nombre porque en su ausencia se dirigían a él como “el lunático”, los muchachos se burlaban y lo discriminaban en sus conversaciones; mientras que algunas de las chicas lo veían como un dulce que contemplaba la luna para inspirarse a escribir amorosas poesías. Hablar del “lunático” era un tema recurrente en el café, en el mercado y en cada lugar donde había más de una persona. Federico no tenía idea de todo esto que se generaba a sus espaldas, ni mucho menos había escuchado nunca el apodo que le habían colocado.

Una noche cuando regresaba de la loma, y caminaba mirando los adoquines de las calles de la ciudad, un grupo de jóvenes que habían salido del bar lo interceptaron en una esquina. Federico nunca se los había encontrado antes en las inmediaciones. Comenzaron a golpearlo, a insultarlo e incluso a escupirlos; sin que Federico pudiese hacer algo al respecto más que gritar e intentar salir de la ronda que habían formado a su

alrededor. Le quitaron el bolso, lo abrieron y comenzaron a revisarlo, mientras Federico se retorcía de dolor en el suelo; mitad de su cuerpo en la vereda y mitad en la calle. Sangraba de la nariz, tenía un tajo en la ceja, y el ojo izquierdo con un gran machucón, producto de una piña muy fuerte, apenas lo podía abrir. Uno de los arrebatadores lo insultaba mientras lo pateaba y le decía: - La única forma que tenés de seguir con vida cuando salga el sol es que nos reveles tu secreto, maldito lunático. Sin aliento y con un hilo de voz Federico preguntó desconcertado: -¿Qué secreto? - Y para colmo se hace el desentendido. Vamos lunático confesá qué es lo que haces en la loma. En tu bolso solo hay una mugrosa libretita con dibujos extraños ¿a qué organización misteriosa perteneces? ¿Qué son los dibujos? A Valle de Piedras no le vas a hacer ninguna maldad, asqueroso lunático, brujo, hechicero, adivino o lo que seas… Con la cara ensangrentada, y viendo borroso, pero escuchando claramente la acusación que le estaban gritando que había sido el motivo del ataque, Federico no sabía que decir. Cómo explicarle algo que no tiene explicación razonable para un grupo de matones. Con las últimas energías, y levantando su mano derecha para que dejaran de pegarle dijo: - Está bien no me golpeen más, voy a contarles todo si dejan que me limpie la cara en la fuente de la plaza. - Más vale que no intentes engañarnos lunático, porque si no te vamos a ahogar con el agua de la fuente.- dijo uno que aparentaba ser el líder, y dirigiéndose a sus compañeros, ordenó: - Ayúdenlo a levantarse y llévenlo a la fuente. Dos de los jóvenes lo tomaron de los hombros y lo ayudaron a caminar. Limpió ahí su rostro, se sentó en el borde de la fuente y comenzó el relato: - Necesito que lo que les voy a contar quede entre nosotros sino no puedo revelarles nada. Es un trabajo de años que se arruinaría si no se termina bien.- dijo y miró a cada uno de los seis muchachos con el único ojo que podía abrir; y ante el asentimiento con la mirada de cada de cada uno de ellos, continuó diciendo: - Yo no soy actor en verdad, sino astrónomo y trabajo para una institución estatal de observación que está ubicada en la ciudad de Nitulini. Trabajo hace cinco años en la observación de una grieta que se ha producido en la luna y que es visible a la simple observación humana, es decir, sin ningún aparato de por medio en pueblos que están a cierta altura como este ¿nunca se dieron cuenta que parece que el cielo los está tocando, y que la luna y las estrellas están cerca de ustedes? - Sí, es verdad.- dijeron a coro tres, mientras intentaban ver las estrellas a través de los árboles de la plaza.

- Bueno, el tema es que tenemos una hipótesis sobre lo que vemos. La grieta en la luna es tan profunda que creemos que va a desestabilizar su ubicación de tal manera que terminará atravesando la capa atmosférica, hasta chocar contra la corteza de la tierra. Y tenemos casi la certeza de que este hecho desastroso tendrá lugar en este punto del planeta. Los matones escuchaban acongojados y con un miedo que jamás esperaban tener cuando decidieron averiguar la verdad del “lunático”. Y uno de ellos preguntó: - ¿Chocará la luna con la tierra en Valle de Piedras? - Sí, eso es lo que estoy intentando decirles. Según los estudios y las mediciones que estamos realizando desde el instituto, así será. No sabemos si esto ocurrirá dentro de un mes, un año o tal vez un siglo. Eso es lo que estamos intentando averiguar, pero aún no podemos afirmarlo. Yo no voy a estar mucho tiempo más acá porque tengo que regresar a entregar mi informe sobre la distancia y el tamaño de la grieta. - Pero dónde está tu informe si en tu libreta solo hay un montón de flechas, dibujos y pelotudeces.- dijo uno. Federico respondió: - No son pelotudeces, es un mensaje en clave que solo entendemos los que trabajamos en el instituto, porque esto es una investigación muy arriesgada que no puede salir a la luz hasta que tengamos certezas de lo que decimos y podamos aproximar la fecha en que ocurrirá el choque. No podemos darlo a conocer para evitar el caos en el mundo porque esto va a afectar a todo el planeta no solo a Valle de Piedras. Bueno Valle de Piedras desaparecerá por completo no solo por el choque, sino porque la superficie lunar se incrustará en esta zona montañosa. Y provocará temblores y catástrofes, que denominarán “naturales”, a lo lardo de todo el mundo. Será terrorífico, necesitamos saber con anticipación cual será el sitio más seguro para trasladar hasta allí, con tiempo, a la población de todo el mundo. Y una mínima falla será un desastre, con el riesgo de la extinción para siempre de la raza humana ¿entienden que no es algo fácil de explicar y mucho menos de decir?

Tiritando por lo relatado más que por el frío que había, fruto del viento helado que circulaba por la ciudad, los jóvenes preguntaron qué era lo que necesitaba como ayuda. Federico explicó que en un mes regresaría a Nitulini y que necesitaba que alguien controlase la grieta de la luna en Valle de Piedras, él lo haría desde el instituto con los telescopios de alta definición que allí había. Y que ante alguna novedad se comunicasen con él o esperasen a que regresara porque cuando él observase un cambio regresaría a verificarlo y a comunicarlo a la ciudadanía para que comenzase a abandonar el lugar.

La noticia era desastrosa, la peor que habían escuchado estos seis muchachos del pueblo, que no era malos, ni acostumbraban golpear a la gente, pero el asunto del “lunático” los había sacado de quicio. Esa noche no durmieron, junto a la luz de una vela en el sótano de la casa de uno de ellos deliberaban qué hacer con lo que se habían enterado. ¿Ayudarían al “lunático”?, ¿se quedarían callados para siempre?, ¿esperarían a que regresase?,¿se irían del pueblo antes de que ocurriera algo?,¿podrían volver a tener una vida normal después de conocer que posiblemente el fin del mundo estaba más cerca de lo esperado? La mañana siguiente, los seis muchachos se despidieron en la puerta de la casa y con sus rostros demacrados por haber pasado la noche en vela, se dirigieron a cumplir con sus obligaciones. La decisión estaba tomada.

Pasaron unos días hasta que Federico se sintió del todo bien, la hinchazón del ojo se disminuyó, los machucones comenzaron a desaparecer, y al igual que los muchachos que lo atacaron, había tomado su decisión. Juntó sus pertenencias y se dispuso a partir sin despedirse de nadie pues sabía que la culpa del ataque que sufrió no era de los jóvenes que lo llevaron a cabo, sino de toda una sociedad que cuestionaba y no aceptaba que alguien pudiese ser distinto a ellos. Así que con su mochila al hombro y su valija en la mano, Federico se dirigió a la terminal de autobuses y se fue de Valle de Piedras, para nunca más volver. Atónitos lo miraban los lugareños con más intriga de la que tenían antes, y sin ninguna respuesta a sus grandes dudas.

Los últimos que habían mantenido una conversación con él habían sido los seis jóvenes que lo atacaron, y entre ellos parecía existir una especie de pacto de silencio. Conocían una verdad terrible con la que habían decidido comprometer sus vidas hasta las últimas consecuencias… pero Federico ¿les había dicho la verdad o solo inventó una explicación más razonable que el solo hecho de ver la luna durante horas solamente por mero placer?, eso no lo sabrían pues el “lunático” se retiró del pueblo, dejando tras su paso un misterio más grande que cuando él estaba. Pues el compromiso y la responsabilidad asumida por los seis jóvenes había hecho que ahora Valle de Piedras tuviese seis lunáticos que se pasaban la noche en la loma.

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